[CHARLES GASPAROVIC, Investigador de la Universidad de Nuevo México. El Comercio, 26/02/2021]
Miles de estudios científicos han puesto en evidencia que, al igual que el tabaquismo, la contaminación del aire es una de las causas mayores de los cánceres y otras enfermedades del pulmón, del corazón y del cerebro que pueden matarnos.
Un amplio estudio reciente, liderado por investigadores de Harvard y por tres universidades en el Reino Unido, estima que 8,7 millones de personas murieron prematuramente en el mundo en 2018 por causa de partículas en el aire de tamaño de 2,5 micras o menos (PM2,5) generado por la quema de combustibles fósiles, con alrededor de 1,5 millones de muertes en Europa (Vorha et al, Environmental Research, 2021 Feb 9). Otro reciente estudio estima que simplemente al reducir las PM2,5 al nivel de la directriz de la Organización de la Salud podría prevenirse más de 50.000 muertes prematuras cada año en Europa (Khomenko et al, Lancet Planet Health, 2021 Jan 19).
Pero la muerte es solamente una parte, la última del problema. Durante toda la vida tenemos que vivir con enfermedades a causa de la contaminación que nos roban nuestra calidad de vida. Pueden empezar con el nacimiento (prematuro o de bajo peso), continuar con retrasos en el desarrollo cognitivo, asma, EPOC, un incremento de susceptibilidad a enfermedades como la gripe, el COVID-19 o varias otras afecciones, y terminar en problemas crónicos cardiovasculares, cánceres y demencias.
¿Vivir más sano significa vivir sin algunas industrias y perder el trabajo?
No. Esto es una dicotomía falsa. Porque hay maneras de reducir la contaminación, incluso la de Arcelor, fuente principal de la contaminación en el oeste de Gijón. Pero cuestan dinero. Dinero y la implementación, sin más retrasos, de las “mejores tecnologías disponibles” ya requeridas por las leyes nacionales y de UE hace años (Directiva 2010/75/UE), que incluyen los filtros para las chimeneas de los sinters de la acería, los emisores de la mayoría de las partículas en suspensión.
Digo dinero, pero se necesita más: la voluntad política de los miembros de nuestros gobiernos regionales. En diciembre de 2020 la Consejería de Administración Autonómica, Medio Ambiente y Cambio Climático revisó la autorización ambiental integrada para permitir a Arcelor operar su “sinter A” sin los filtros hasta abril (BOPA núm. 15 de 25-1-2021), que deberían haber sido implementados hace más de un año. Y efectivamente, la revisión permite los sinters emitir más partículas que en el total de 2019. En el pleno del ayuntamiento en febrero, la mayoría de los partidos votaron en contra de impugnar esta decisión. Mientras tanto, los ciudadanos del oeste de Gijón están castigados día tras día con niveles de partículas que regularmente superan más de dos veces las directrices de la OMS.
Basta con las dicotomías falsas. Podemos tener vidas más sanas e industrias más responsables. Pero para empezar, nuestros gobiernos tienen que hacer cumplir las leyes existentes sin más retrasos, y sin la excusa de que la industria irá a otro lugar si no puede contaminarnos aquí. Es decir contaminar, enfermar y matarnos.