El ovetense Eduardo Romero está vinculado desde hace tiempo a movimientos solidarios que luchan, defienden y apoyan los derechos de los migrantes. Ese activismo, unido a una trayectoria literaria en la que trata estas cuestiones, le llevaron hace cinco años a Colombia invitado a un seminario sobre migración en la Universidad Nacional de Bogotá. Alguien le sugirió entonces escribir sobre las minas a cielo abierto en el país latinoamericano así que aprovechó el viaje para investigar. Al final no escribió aquel artículo de denuncia pero sí acumuló el material suficiente como para, ampliado en Asturias, escribir ¿Cómo va a ser la montaña un dios? (Ed. Pepitas de Calabaza), que se acaba de publicar y que presentará en Tuilla (Langreo) el próximo día 9 de noviembre. Habrá presentaciones en Oviedo, Mieres, Gijón, Madrid, Granada y el Pozo Sotón. El libro es un juego de espejos entre la minería colombiana y la asturiana, una denuncia del extractivismo brutal que nos ha llevado a una tremenda crisis energética.
–¿Cómo un ovetense, sin vinculación con la minería más allá de la que tiene todo asturiano, se embarca en este libro?
–Sí que visitaba a la familia en Tuilla, La Braña, el entorno del Pozo Candín, pero poco más. Fue todo por un viaje a Colombia que me propusieron investigar sobre las minas a cielo abierto y el carbón. Es paradójico como desde Colombia llegan al puerto de El Musel, en Gijón, enormes graneleros cargados de carbón. Son barcos que pueden llevar en su vientre hasta 170.000 toneladas de carbón. En Colombia visité las minas a cielo abierto de La Guajira y El Cesar. En La Guajira está la mina de El Cerrejón, que tiene 69.000 hectáreas (Madrid tiene 60.400 hectáreas).
–Asturias no extrae carbón pero llegan esos enormes barcos desde Colombia.
–El libro empieza con la crisis del carbón en Asturias, con unos paisanos en Tuilla, viaja a Colombia y vuelve a Gijón en esos barcos. Es carbón que llega de una minería a cielo abierto brutal en términos ecológicos, que ha llevado al traslado de comunidades indígenas, ha afectado a las economías campesinas y además está atravesada por la violencia y por los paramilitares.
–¿Es un libro de denuncia?
Está en el marco de la crisis capitalista su relación con la destrucción de la naturaleza, la crisis energética y de los combustibles fósiles y el cambio climático. Son las nuevas geografías del carbón. Se supone que la llegada de ese carbón colombiano a Asturias irá a menos pero todo se ha puesto patas arriba.
–Traza paralelismos entre la minería colombiana y la asturiana.
–Es un juego de espejos. Ahora el capitalismo ha desplazado la economía fósil a otros lugares como China, Vietnam o Turquía. Ahí están empresas que reexportaban desde El Musel carbón a esos destinos.
–¿Y cual sería el espejo en Colombia?
–El de El Musel sería el puerto de Buenaventura, en el Pacífico. Los puertos son lugares estratégicos del capitalismo.
–¿Hay relación entre los mineros asturianos y colombianos?
–A medida que investigaba la sociedad de la cuenca minera asturiana extremadamente envejecida, encontré la figura del viejo minero silicótico que podría representar esta sociedad. El libro es una mezcla de novela, ensayo y reportaje periodístico y en parte novelada se pone el foco en ese minero pero también en quien le está cuidando, que es una inmigrante colombiana.
–¿Son personajes reales?
–Sí, aunque en ocasiones desdibujados para ocultar el rastro concreto de las personas porque dicen cosas muy fuertes. Pero sí, hay muchas mujeres latinoamericanas cuidando a viejos asturianos.
–La narración arranca con un minero diciendo que eso es el pasado, que es la Asturias en blanco y negro. Recuerda a "La aldea perdida" de Armando Palacio Valdés.
–Es parte de la amplia bibliografía que he manejado pero el mío no es un libro nostálgico de una vuelta al mundo del carbón, aunque sí se trata de dar valor a un mundo cultural y social que es importante rescatar.
–Más que nostalgia es una crítica.
–Sí, porque esa dinámica del extractivos se está reproduciendo de nuevo, lo vemos en el proyecto minero de Salave en el que hay que mover una tonelada de material para sacar 3,9 gramos de oro. Es una locura, igual que el carbón de El Musel. Como me decían los estibadores, el puerto de Gijón es la mina a cielo abierto más grande de Asturias. Mi punto de partida es que la reivindicación de una Asturias verde debe ser real. Hay que aprovechar la riqueza que tenemos, los ecosistemas para promover un mundo con una forma de funcionar en la que está claro que hay que reducir el consumo energético.
–Parece haber una apuesta por las energías renovables.
–Pero pensar en las energías renovables como se hizo con las no renovables, con los combustibles fósiles, es un error. Insisto, hay que reducir el consumo energético. El título del libro deja clara esa superioridad moral que tenemos sobre la naturaleza. La razón occidental se ríe de las creencias de indios y negros. ¿Cómo va a ser la montaña un dios? Hagámosle un agujero y saquemos ese puto carbón. Para los colombianos la montaña es un Dios y por eso no la quieren perjudicar.
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