FUENTE: Editorial La Nueva España, 03·02·24 | 12:33 | Actualizado a las 20:49
La situación supone un perjuicio para la salud de los gijoneses, especialmente para aquellos con problemas respiratorios y, sobremanera, para quienes residen en los barrios de la zona oeste del concejo. Aunque esas boinas de contaminación se extienden muchos días a lo largo del horizonte del Cantábrico. Al margen de las molestias –coches, ventanas, terrazas y negocios llenos de polvo negro sistemáticamente– que obligan a los vecinos a estar limpiando a diario, está el problema de salud con el que tienen que convivir mientras escuchan desde la Administración justificaciones peregrinas como la sequía, la lluvia o el polvo sahariano, por citar solo algunos ejemplos. Los colectivos vecinales y las distintas plataformas sensibilizadas con esta cuestión hace años que vienen reivindicando medidas claras y concretas, pues bien, se sabe desde la administración regional cuáles son los puntos del problema. Sus reivindicaciones son justas y es por ello que cada movilización que llevan a cabo cuenta con multitud de participantes. La última, que se convocó casi sobre la marcha, coincidió con la llegada a Gijón de la ministra de Sanidad, Mónica García, al centro de salud de El Llano. La política de Sumar acudió en su visita exprés acompañada por la consejera de Salud, la socialista Concepción Saavedra. Tuvieron el detalle de hablar con ellos, pero más que palabras, las mismas de siempre, los vecinos afectados lo que necesitan son medidas reales, palpables, que les hagan percibir que el problema de la contaminación remite de verdad.
Las promesas de mejoras ambientales son recurrentes en cada campaña electoral y también son muchos los políticos que prometen que se están llevando a cabo medidas para paliar el problema. Partiendo de la buena fe, y creyendo que así se produce, el problema radica en que nadie lo nota. Y el problema sigue, manifestándose de forma recurrente cuando las condiciones meteorológicas vienen adversas. Pero la contaminación está ahí a diario, como bien lo saben quienes más la sufren. Que la mejor solución para paliarlo sea esperar a que llueva es reírse de los ciudadanos. Y, además, resulta un peligro sustancial de cara a futuro toda vez que el cambio climático está despejando los cielos de nubes y agua. Son los políticos quienes deben mojarse de una vez y afrontar el problema con valentía. La misma que tienen los vecinos.