Igual que en otros estudios sobre varios aspectos de salud - sea pulmonar, cardiovascular, reproductivo u oncológico - es importante notar que los efectos nocivos de la contaminación del aire no comienzan de repente una vez un contaminante supera una norma gubernamental. Los contaminantes no respetan las leyes, o más bien, respetan solamente las leyes biológicas, y tienen efectos dañinos notables a niveles mucho más bajos de las normas, como ha destacado la Organización Mundial de Salud una y otra vez.
Como exige la Unión Europea (UE) tenemos en las zonas más pobladas de Asturias una red de medidores de varios contaminantes del aire. Además, hay un protocolo de actuación cuando algunos de ellos se acercan o superan durante 3 días consecutivos las normas establecidas por la UE, como fue bien explicado en un reciente artículo de El Comercio por la Directora de la Prevención y Control Ambiental del Principado, Elena Marañón (El Comercio, domingo 02.12.2018). Marañón también nos explicó cómo los factores meteorológicos influyen en la dispersión de contaminantes; de sus fuentes y cómo el fenómeno de inversión térmica complicó esta dispersión la semana del día 12 hasta el día 18 de noviembre, durante la cual el protocolo fue activado en Oviedo y Lugones. Finalmente, Marañón defiende su departamento contra acusaciones de no ser completamente fiable respecto a los niveles de contaminación que respiramos en Asturias.
Fue muy informativo el artículo pero, en cuanto a la percepción de muchos ciudadanos, aconsejaría que el Principado deje de sugerir que los niveles de contaminantes por debajo de las normas de la UE son saludables – “bueno” según su página web - mientras los niveles que superar las normas son nocivos solamente para personas “vulnerables”. No hay ninguna base científica para apoyar esta creencia. Los datos científicos indican que la contaminación nos daña a todos, a lo largo de la vida, y resulta en decenas de miles de muertos prematuras en España cada año.
También sería muy útil para la ciudadanía, y quizás aumentaría la credibilidad del gobierno, si hablara más específicamente de las fuentes de los contaminantes en vez de la naturaleza como el gran problema en Asturias, con sus ciudades habitualmente entre las más contaminadas de España, y que dejen de ignorar las mediciones de la estación móvil de El Lauredal en el oeste de Gijón, que pertenece al ayuntamiento. Esta estación registró superaciones de 50 µm/m3 de partículas de 10 micras cada día de la semana referido por la profesora (véase gráfico) y más de 50 superaciones a lo largo del presente año, lo cual sería difícil de explicar en términos de inversiones térmicas o polvo de África.
Como escribió Marañón, deberíamos todos asegurarnos “que las acusaciones tienen fundamento” y, añadiría yo, también las declaraciones del gobierno sobre la calidad del aire y sus efectos en nuestra salud. Los vecinos de la zona del oeste de Gijón han reivindicado varias veces que el Principado incluya las mediciones de la estación de El Lauredal en su red; se han quejado de la falta de datos sobre muy peligrosos contaminantes como benceno o partículas de 2,5 micras en esta y otras zonas de la red y han cuestionado la ubicación de cierto medidores, mientras el gobierno nos ha asegurado en varias ocasiones que nuestro aire, con contaminantes habitualmente muy por encima de las recomendaciones de la OMS, es realmente bueno excepto cuando la naturaleza conspira en nuestra contra. Así que creo que queda mucho por hacer por el gobierno regional para asegurarse de que hay menos dudas acerca de si está informándonos bien o sencillamente intentando aplacarnos.
[Chuck Gasparovic, investigador en la Universidad de Nuevo Mexico, EEUU. Artículo publicado en El Comercio, 4/1/2018]
